martes, 1 de abril de 2014

MENCIÓN DEL MES

Revista cultural Violante - Nº 11 - (enero-marzo 2014)




"Gloria Fuertes, poesía y muñecas rotas"

El poeta Daniel Noya, para comenzar el homenaje, invitó: "Gloria Fuertes que estás en los cielos, anda, baja, y te das un garbeo".

Y se oyó un eco celeste: "Sale caro, señores, ser poeta. / La gente va y se acuesta tan tranquila/- que después del trabajo de buen sueño- ..."

La primavera anterior, el homenajeado fue Angel González, un seráfico poeta tan albañil asturiano. Este mes de flores y versos, el homenaje del "I.E.S. Sierra del Valle", La Adrada, se lo ha dedicado a

Gloria Fuertes, poeta de las heridas del hombre, del dolor de las muñecas de trapo; mujer de flequillo travieso, de oronda figura de monje de buena hostia, de enorme y adultamente infantil corazón de chocolate.

La cita se repetiría en el interior de la muralla que en el siglo XV comenzó a edificar el Condestable Ruy López Dávalos, en el castillo que perteneció a Don Álvaro de Luna y a los Alba; donde recientemente voló y rodó el televisivo Aguila Roja, pero no pudo ser, y no porque se opusiera Zeus, el que amontona las nubes, ni el fantasma de Mariano Medina, el hombre del tiempo, no (ya no miran los cielos ni los labriegos del cereal que llevan móvil en el tractor); sino que en las vísceras de internet, con figura de mapa, se auguró termómetros de enero y chubascos de primavera zumbada.

Así pues, el salón de actos de la popular "Plaza del niñón" adradense, sirvió de lugar de encuentro y abrazo a la poesía de Gloria Fuertes; "la angélica y alta voz poética a la que los hombres y las circunstancias putearon inmisericordemente" (Cela).

Gloria nació en Lavapiés, en 1918, año en el que no se concedieron ni el Nobel de Literatura ni de la Paz; hija de bedel y costurera; a los cinco años ya escribía y dibujaba cuentos; a los 15, se colocó ante los micrófonos de Radio España de Madrid; contaba 18 cuando estalló la fratricida tormenta de pólvora y odio; "sin la tragedia de la guerra quizá no hubiera escrito poesía", dijo, engañándose. A ella le apasionaban las trincheras del verso y escribir en el pálido reverso de almanaques como banderas blancas. "Los poetas deberíamos arrancar las espadas. (inventar más colores, escribir padrenuestros..."

Escribió libros de poemas, obras teatrales; enamorada de los niños, participó en los programas infantiles; "Un globo dos globos, tres globos", en "La mansión de los Piaf", en "La cometa blanca"...

Esta poeta de honda llaga, mujer de abatido pecho, adulta niña abrazada a una muñeca triste, lo vivía y lo escribía todo.

"A los déspotas duros nadie les dice nada/ y leemos que hay muertos y pasamos la hoja,/ y nos pisan el cuello y nadie se levanta, / y nos odia la gente y decimos: ! la vida ¡ / Esto pasa siempre y yo debo decirlo".

Gloria Fuertes, quince años después de que un cáncer de pulmón la envolviera en mortaja de arcilla, aún sigue viva en aulas, en bibliotecas, en las tascas donde bebía vino de albañil; en salones municipales donde la admirada escritora y respetada profe Esther Requena y vigorosos adolescentes olvidados por una hora del sheriff Wert y de su LOMCE (esta ley parece redactada con un colt, no con una pluma), representan sus cómicas obras, donde docentes y padres, disfrazados de juglares con camisetas verdes y corazón en llamas, recitan sus poemas, donde Bach despierta entre una viola, dos guitarras y un xilófono, donde dos jóvenes maestras no podrán negar que un ruiseñor les ha besado en la garganta.

Cuando Daniel Noya, eximio poeta, profesor, presentador del acto soltó "Gracias, Gloria Fuertes", las más de 200 almas emocionadas, borrachas de belleza, soltaron un torrente de palmas de ópera triunfal; de esos que reciben divos como Plácido o Serrat.

Tras la apoteosis regresas a tu hogar, extasiado, recitando: "La poesía no puede ser un arma, / debe ser un abrazo, / un invento, / un descubrir a los demás/ lo que les pasa por dentro, / eso, un descubrimiento,/ un aliento, / un aditamento, / un estremecimiento.( La poesía debe ser / obligatoria.

ISLA IGNORADA

Soy como esa isla que ignorada,
late acunada por árboles jugosos, 
en el centro de un mar
que no me entiende,
rodeada de nada,
- sola sólo -.
Hay aves en mi isla relucientes,
y pintadas por ángeles pintores,
hay fieras que me miran dulcemente,
y venenosas flores.
Hay arroyos poetas
y voces interiores
de volcanes interiores
de volcanes dormidos.
Quizá haya algún tesoro
muy dentro de mi entraña.
! Quién sabe si yo tengo
diamante en mi montaña,
o tan sólo un pequeño
pedazo de carbón¡
Los árboles del bosque de mi isla,
sois vosotros mis versos.
!Qué bien sonáis a veces
si el gran músico viento
os toca cuando viene el mar que me rodea¡
A esta isla que soy, si alguien llega,
que se encuentre con algo es mi deseo;
-manantiales de versos encendidos
y cascadas de paz es lo que tengo-.
Un nombre que me sube por el alma
y no quiere que llore mis secretos;
y soy tierra feliz - que tengo el arte
de ser dichosa y pobre al mismo tiempo- .
Para mi es un placer ser ignorada,
isla ignorada del océano eterno.
En el centro del mundo sin un libro
sé todo, porque vino un mensajero
y me dejó una cruz para la vida
-para la muerte me dejó un misterio.

AUNQUE NO NOS MURIÉRAMOS AL MORIRNOS,

Aunque no nos muriéramos al morirnos,
le va bien a ese trance la palabra: Muerte.

Muerte es que no nos miren los que amamos,
muerte es quedarse solo, mudo y quieto
y no poder gritar que sigues vivo.




Gonzalo Gógar




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