miércoles, 2 de abril de 2014

CURIOSEANDO POR LA ALCARRIA

Revista cultural Violante - Nº 11 - (enero-marzo 2014)


"El campo de bolos"

Los juegos lanzando piedras, troncos, huesos o cuernos, han formado parte del instinto de nuestros antepasados prehistóricos, para intentar dominar y perfeccionar la caza y así asegurarse su sustento, e inclusive han sido piezas complementarias a la mitología y rituales religiosos.

El pueblo egipcio aparece otra vez como una de las civilizaciones que nos han dejado mejores ejemplos y poso de la referencia de sus costumbres y en este caso, en cuanto a juegos de destreza lanzando objetos, se ha descubierto en Naraga unos objetos de alabastro huecos junto con cuatro bolas en pórfido blanco y negro y cubos de mármol, que datan de hace más de 3.000 años antes de Cristo. 

El pueblo helénico tmbién nos dejó referencia de su historia, en vasijas pintadas y en esculturas que también se ven implícitos movimientos con los que se están lanzando objetos donde prima la distancia y la precisión. En la Odisea, Homero ya narra como esperaban los pretendientes de Penélope jugando a "juegos de bolos".

El pueblo romano, en su paso por nuestra península ibérica, nos dejaron tradiciones de este tipo en una zona relativamente cercana a nuestra Alcarria, en la provincia de Segovia, en un juego que lo denominaban "Bochas", donde se indicaba "Bacillus" a todo palo con cierto grosor que era utilizado en los "colorum ludus" (juego de los tronquitos) siendo estos evidencia y práctica de esta modalidad de entretenimiento mientras duró la construcción del acueducto romano de Segovia. 

Parece ser que también hay cierta constancia de la práctica del juego de bolos por parte de los Visigodos sieno luego difundidas estas tradiciones con reglas de juego a través de los conventos y abadías del siglo IV en tierras de cultura germánica, donde se encomendaba al "azar de la precisión del lanzamiento" la "divinidad de Dios", de tal forma que el "Kegel" (bolo) enmarcaba "lo maligno" de tal forma que su derribo dentro de los claustros o pasillos de las iglesias simbolizaban la caída de lo pagano, de lo pecaminoso y en función del tanteo se dictaminaba si la persona era culpable de pecado.

Con el paso del tiempo, pasó luego a ser un juego que ocupó parte de las largas horas de la vida monacal de los monjes, modificando los cantos rodados de los proyectiles por esferas de madera, que sin duda erosionaban en menor medida los suelos y las figuras cónicas en las que derivó a los bolos. Este juego se extendió como la pólvora por todos los lugares del norte de la península ibérica a través del camino de Santiago y sin duda al resto de España por su red de cañadas reales y puntos de influencia mercantíl de la lana con el norte.

El "campo de bolos", se localiza por tanto también como sitio de encuentro en muchos rincones de nuestra Alcarria. Los bisabuelos de mi padre, León Bermejo y su mujer Manuela, tenían uno en la villa de Budia, donde entregando un pequeño precio, alquilaban el campo de bolos para disputar unas partidas. Estaba situado lindando con el molino de aceite y una eras cercanas;... parece ser que fue éste el último campo de bolos que hubo en el pueblo y lo recuerda todavía mi padre a sus 90 años, habiendo jugado en ese entorno cuando tenía él aproximadamente cinco años. Dice, que se jugaba con seis bolos de aproximadamente medio metro (el los recuerda como si fueran de metro o metro y medio;..  por tanto, serían bastante altos) y se usaban tres pelotas, consistiendo el juego en intentar dejar un solo bolo en pie y el resto de bolos tirados. Situación difícil de conseguir, ya que se colocaban los bolos en dos filas de tres bolos muy juntos,... y era muy complicado darles sin que se cayeran todos.

Un montón de términos curiosos adornan el lenguaje en este juego de "los bolos castellanos", y se utilizaban para especificar normas y límites del juego, tales como "manda", "cinca", "birle", "manga", "micha", "calle",... y seguro que algunas de estas palabras serán recordadas todavía por nuestros familiares alcarreños que han pasado tiempos de ocio en su juventud alrededor de "un campo de bolos".

El verano pasado, en una de las visitas que mi hermano y mi padre están haciendo por nuestra querida Alcarria, recorrieron Archilla, en la ribera del Tajuña,... y precisamente estaba "medio pueblo" en el campo de bolos, con una sonrisa de oreja a oreja, disfrutando de unas partidas. Os recomiendo pasar por este enclave para ver "en vivo y en directo" esta preciosa tradición de nuestra tierra.


Elvira Alfaro Roca



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