martes, 1 de abril de 2014

Camino del faro

Revista cultural Violante - Nº 11 - (enero-marzo 2014)



"Sobre una idea de Nucky"

La noche es oscura y sin estrellas pero el reflejo intermitente de la luz del faro permite ver el camino sin asfaltar que asciende por el borde del acantilado. Es pempinado y pedregoso y en algunos tramos se estrecha tanto que tenemos que caminar en fila. Peter delante y Desmond detrás o Desmond delante y Peter detrás pero siempre yo en medio de los dos. No hay truenos ni relámpagos, sólo la lluvia que cae sobre nosotros sin misericordia, como si quisiera hacernos purgar un antiguo pecado. Son gotas gruesas, rápidas, piedras líquidas que al caer en los charcos estallan en pequeñas tempestades circulares. Nos golpean oblicuamente mojando nuestra ropa, metiéndose en nuestros zapatos. Después de varios minutos de ascenso, tenemos el pelo empapado. Peter camina ahora a mi derecha y veo el agua resbalar por su cara, alcanzar la punta de su nariz. Saca un pañuelo para enjugarla y lo hace con aire furtivo, temeroso.

De los tres, yo soy el más desprotegido llevo solo una cazadora de cuero, insuficiente a todas luces para protegerme del temporal. Desmond y Peter llevan amplios abrigos de paño grueso. Después de lo que se ha visto hasta ahora no es difícil adivinar que bajo la holgura de las prendas se ocultan sus armas. Yo, también está claro, no llevo ninguna.

El ruido de las olas al romper es tan fuerte que apenas podemos oírnos y el mismo viento que inclina la lluvia se mete en nuestros oídos y los llena e un zumbido ensordecedor.

Por eso Desmond levanta la voz.

- ! Vamos, muévete ¡ - me grita con voz áspera - , ! no tenemos toda la noche ¡

A Desmond se le nota la frialdad del que sólo sirve para cumplir órdenes, para hacer su trabajo con eficacia. Por eso es el favorito del jefe, por eso el jefe le ha hecho este encargo. Tengo que desaparecer y , a ser posible, sin dejar rastro. Desmond camina firmemente, sin dejar que las piedras del sendero desequilibren sus pasos, y de vez en cuando se palpa la sobaquera para asegurarse de que su pistola sigue allí. No cabe duda de que no tendrá ningún reparo en usarla. Peter, en cambio, ha dado ya muestras de inseguridad. Su gesto al sacar el pañuelo por ejemplo, o la forma en que hunde las manos en los bolsillos del abrigo o la mirada furtiva que me ha lanzado hace un segundo. Llegado el momento, Peter podría arrepentirse.

Ya hemos llegado a lo más alto de la roca y estamos junto a ala barandilla, al pie del faro. Ahora Desmond me empujará hacia ella para dejarme al borde del vacío mientras busca la pistola que espera bajo su sobaco, la sacará y me pondrá el cañón debajo de la mandíbula.

"No perdamos más tiempo", dirá mirando a Peter, esperando que saque su arma y me encañone también, y yo tendré que lograr una expresión a medio camino entre el pánico que produce sentir la muerte respirándole en el cogote y la frágil esperanza del héroe que no da nada por perdido aunque todo esté en contra. Mi rostro tendrá que ser el reflejo del miedo más profundo pero en mis ojos tendrá que adivinarse la posibilidad de que, en el último segundo, Peter reaccione, se vuelva contra Desmond y entre los dos lo empujemos y lo tiremos al mar.

Un grito potente surge desde algún rincón de la oscuridad.

- ! Coooooooooooooorten ¡

La lluvia cesa de repente, se encienden varios focos y Ladzsip, el director, abandona su puesto detrás de la cámara y viene hacia mí haciendo aspavientos.

-  ! Fantástico, Liam ¡ - dice con la cara congestionada por la satisfacción -.  !Has estado fantástico ¡



Fefa Martí Maldonado








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