Revista cultural Violante - Nº 11 - (enero-marzo 2014)
Al olmo del camino, ceniciento,
ya no le nacen hojas;
tiene el tronco horadado de tristezas
y en su alma, tan sólo alumbran sombras.
Antaño dio cobijo al caminante
y en su abrigada fronda
centenares de pájaros trinaban
al asomar la aurora.
Hoy tan sólo le habitan comadrejas
y en sus ramas no duermen las alondras.
¿Qué te pasó, mi amigo de la infancia?
¿Tanto afectó a tu ser aquel abrazo,
que un negro corte, allá por los cincuenta,
te dio dejando el alma de su dueña
prendido en tu corteza?
Aún guardo en la memoria aquella estampa
de la joven morena, tendida en el volante,
y del hilo de sangre manando de sus labios.
Había un silencio extraño,
tan sólo interrumpido, por el triste silbido
del vapor que salía del radiador del coche.
Hay cosas que se quedan
grabadas en la mente de un chaval,
por el tremendo impacto que dejaron
en su alma infantil, ajena a las desgracias.
ya no le nacen hojas;
tiene el tronco horadado de tristezas
y en su alma, tan sólo alumbran sombras.
Antaño dio cobijo al caminante
y en su abrigada fronda
centenares de pájaros trinaban
al asomar la aurora.
Hoy tan sólo le habitan comadrejas
y en sus ramas no duermen las alondras.
¿Qué te pasó, mi amigo de la infancia?
¿Tanto afectó a tu ser aquel abrazo,
que un negro corte, allá por los cincuenta,
te dio dejando el alma de su dueña
prendido en tu corteza?
Aún guardo en la memoria aquella estampa
de la joven morena, tendida en el volante,
y del hilo de sangre manando de sus labios.
Había un silencio extraño,
tan sólo interrumpido, por el triste silbido
del vapor que salía del radiador del coche.
Hay cosas que se quedan
grabadas en la mente de un chaval,
por el tremendo impacto que dejaron
en su alma infantil, ajena a las desgracias.
Félix Gala Pastor
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